El búho que yo conocí se llama Tomás, un chico despierto, puro nervio. Lo entrevisté en un proceso de selección y posteriormente, tras su incorporación a la empresa, lo entrené.
La explicación técnica de esta rapaz es que es un animal que vive de noche y duerme de día y hasta ahí puedo leer. Podría mirar más en Wikipedia pero no me parece una fuente muy fiable y como hay tantas webs hablando de bichos pues os remito a ellas que hoy estoy un poco vago.
En el proceso de selección me pareció el vendedor perfecto, formado además en una Escuela de Negocios donde me dieron las mejores referencias de él. También me las dieron positivas de una empresa de cosmética donde había trabajado como comercial.
Lo quería para que fuera el comercial de Ignacio, a la sazón un joven emprendedor que monta una distribuidora de vinos con la ilusión de un niño. Un buen comercial también por cierto, con amplia experiencia en el sector y que se conoce el mundo de la hostelería y a los hosteleros de su territorio como la palma de su mano. Me llama tras montar su empresa -unipersonal hasta ese momento-, para que le busque un comercial que le ayude a patear la calle de bar en bar. Y ahí aparece Tomás.
Tras su incorporación comienza a trabajar codo con codo con Ignacio de una manera brillante, empieza a captar nuevos clientes y la evolución es muy positiva. Ignacio invierte en él: formación, coche nuevecito, móvil, tablet para hacer pedidos…
Yo también le hago un día un entrenamiento y mi diagnóstico fue positivo, con cosas que mejorar por supuesto pero bastante satisfactorio su desempeño. Le exigíamos mucha proactividad y lo cierto es que era un huracán. Caminaba yo por las calles de la ciudad a dos metros detrás de él, casi era para llevarse las deportivas de running para seguirle. ¡Qué velocidad! Ya me dijo en la entrevista que era hiperactivo y que se medicaba por ello, y era cierto, no paraba quieto ni muerto.
Y un día Tomás no fue a trabajar, Ignacio le llamó y no cogía el teléfono, pasó la mañana entera y a la tarde Ignacio fue a su domicilio y vio el coche de la empresa aparcado en la puerta, llamó al timbre sin suerte, llamó a algún familiar que conocía y nada, me llamó a mí, a ver si podía contactar con él y nada. Al día siguiente, ya alarmado, llamó a la policía quien entró en su casa y se lo encontraron durmiendo. Al parecer la noche anterior se fue de fiestas y mezcló el alcohol con las pastillas que toma para la hiperactividad y le habían hecho efecto.
Pasaron los días y dos semanas después ocurrió exactamente lo mismo, lo que pasa que en esa ocasión se añadía un golpe en la aleta delantera del vehículo de la empresa. Y luego otro golpe, y luego otra espantada, y otro golpe, y otra espantada,… Evidentemente Ignacio desde la primera ocasión le dio un toque, pero no sirvió para nada. De la noche a la mañana Tomás había cambiado y la vida nocturna empezó a serle más atractiva al parecer que el rendimiento en su trabajo. Se había vuelto un búho.
Y de repente una baja por depresión de más de dos meses. Cuando volvió Ignacio lo despidió. Había invertido un dineral en su formación y desarrollo para nada. Vuelta a empezar a buscar otro comercial. Y ya lo encontramos, hace no mucho, a David, parece que funciona de momento. Esperemos no se vuelva un búho como Tomás.
Breve moraleja: es verdad que a veces seleccionar personas es como abrir un melón.
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